mayo 06, 2016 Luis Carlos Pulgarín Nuestros Columnistas
El
enano príncipe ha sido hábil toda la vida para robarse el patrimonio de
los otros, para acudir al cinismo, al sofisma, a la falacia y hasta el
crimen para imperar.
Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos / Democracia en la Red.
Fuente: http://www.democraciaenlared.com/2016/05/resistencia-civil-con-que-autoridad.html
Todas
las sombras le acechan, sólo basta echarle un vistazo a su pasado para
entender que su proyecto personal y familiar ha sido construido sobre la
mentira, lo ilegal, lo antiético, lo inmoral: No olvidemos sus inicios
en La Aerocivil de donde tendría que salir por repartir a diestra y
siniestra permisos de vuelo para el narcotráfico (en el año 2002, fue
asesinado su cómplice Cesar Villegas cuando se dirigía la Fiscalía a
declarar precisamente sobre este episodio de su vida); no olvidemos cómo
siendo alcalde de Medellín, en 1982, tuvo que salir por la puerta de
atrás de la alcaldía, pues el mismo presidente de la república pidió su
renuncia por sus cercanías con el narcotraficante Pablo Escobar;
antecedentes de relaciones criminales que datan desde los años 70s
cuando su familia ya tendría negocios con el Cartel de los Ochoa, hecho
que nos rebela Fabio Castillo en su libro “los jinetes de la cocaína”
donde incluso se llega a afirmar que el padre del enano príncipe estuvo
detenido para ser extraditado por narcotráfico.
Igual
que Hitler, espejo en el que el enano príncipe se mira por las noches
cuando hace los inventarios de los crímenes cometidos durante el día,
acomoda con su cinismo natural el discurso de sus rivales políticos para
confundir multitudes incautas pero también para burlarse de la
inteligencia de la humanidad y de quienes dentro de ella van en
contravía de sus acciones violatorias de lo legítimo y lo legal. Hitler,
el mayor fascista genocida de la humanidad llegó a autodenominarse
también como un “revolucionario”, y los aparatos propagandísticos que
tan fácil manipulaba para “legitimar” sus crímenes amplificaban tales
perversidades ideológicas para que los seguidores de la Gestapo
siguieran aplaudiendo la masacre de judíos y comunistas porque eso era
la revolución del Führer nazi.
El
enano príncipe, copia criolla del genocida alemán y seguidor
incondicional de Maquiavelo, aprendió muy bien que para lograr y
perpetuarse en el poder hay que recurrir al engaño, la infamia, la
canallada y la crueldad. Si el interés a lo que él llama “patria” –la
cual no va más allá de los límites de sus feudos y de los feudos de la
clase criminal emergente que representa-, exige traición, se comete;
todo se vale, aún los actos más sanguinarios. El fin justifica los
medios “mientras no estén en la cárcel, legislen”, vociferaba para que
los parapolíticos le votaran leyes a favor del oprobio y la ilegalidad.
Los medios no importan, no es necesaria la ética, el deber ser ni la
moral, menos el Derecho, tampoco lo que debe ser, pues "La grandeza de
los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido".
Diestro
en el engaño, el enano príncipe, nos habla de “Resistencia Civil”
parapetando su interés de continuidad en la guerra que tanto lucro le ha
representado en su falsa teoría de la justicia, robando una vez más los
discursos de verdaderos símbolos de la paz mundial, entre ellos Gandhi y
Martín Luther King.
El
enano príncipe invoca la “resistencia civil” olvidando que una
verdadera resistencia civil implica una vocación “de resistencia no
violenta”, resistencia no violenta que él no querrá garantizar porque
bien sabe que mientras él se opone a la paz desde los micrófonos de la
gran prensa nacional, en los alrededores de sus fincas en los
departamentos de Córdoba y Antioquia se preparan para la guerra cientos
de narco paramilitares, ejércitos criminales que le han sostenido su
carrera política y su ascenso económico a través de los últimos 30 años.
El
enano príncipe quiere confundir la tesis de la “desobediencia civil”
nacida de la teoría de Henry David Thoreau quien incluso desde la
práctica personal no sólo desde la disertación teórica, desde el año
1846, invitó a la humanidad a no colaborar, a desobedecer con los
gobiernos que mantienen el régimen de la esclavitud y pretenden mantener
estados de guerras injustificadas. El enano príncipe “convoca” la
resistencia civil” no para oponerse a la esclavitud y la guerra, sino
para oponerse a la paz. El enano príncipe convoca la resistencia civil
para “supuestamente” oponerse a la impunidad cuando él mismo, su familia
y los aliados políticos que lo rodean están cubiertos por un manto
obscuro y largo largo largo de sospechas.
El
enano príncipe aprovecha la frágil memoria de un pueblo invadido por la
epidemia del olvido, para invocar “la resistencia civil”, que en el día
de ayer, en el periodo de sus ilegítimos gobiernos tan duramente
castigó: Cuando gobernador de Antioquia se robó el discurso de la
“neutralidad activa”, amenazó con insistencia a las ONGs y grupos
sociales de oposición a que firmarán con su gobierno su “neutralidad
Activa” sopena que si no firmaban él los declaraba “cómplices de la
guerrilla” exponiéndolos a las balas de los grupos paramilitares que él
legitimaba con la creación delas mal denominadas Cooperativas
Convivivir. “La resistencia civil no violenta” de la comunidad de paz de
San José de Apartadó, la criminalizó siempre, azuzando la barbarie
contra ella, al punto que años después, en su periodo presidencial,
cuando militares de la Brigada XVII de Urabá, en complicidad con un
grupo de paramilitares masacraron a punta de golpes de palo y con
machetes a una familia entera, incluyendo tres niños de 2, 5 y 9 años
acusados de ser guerrilleros por él mismo: “nada bueno estarían
haciendo”, vociferó el canalla para convalidar la atrocidad cometida por
sus fuerzas militares; no tuvo ningún asomo de sensibilidad humana ante
la vida de tres niños sacrificados de manera tan brutal y quiso
desvirtuar la culpabilidad de los asesinos acusando la familia masacrada
de pertenecer a un núcleo terrorista: Núcleo terrorista una comunidad
pacifista a la que su resistencia civil no violenta le ha costado más de
200 vidas indefensas como esos tres niños salvajemente asesinados
después de haber sido sometidos a la tortura física y a tener que
presenciar la muerte de sus padres en la misma cruel condición.
La
resistencia civil que ahora él invoca, la cobró durante su gobierno con
la vida de quienes la practicaban, ya no nos acordamos de tres
sindicalistas que sacados a media noche de sus casas, en la vereda Caño
Seco del departamento de Arauca, fueron hallados muertos, supuestamente
dados de baja en combate porque, de acuerdo a las declaraciones
oficiales del momento, además de sindicalistas eran terroristas del ELN,
lo cual se desvirtuó prontamente cuando la justicia comprobó que los
sindicalistas habían sido asesinados por la espalda y después vestidos
con prendas militares.
Práctica
que se repitió hasta la saciedad a lo largo de su gobierno con miles de
ejecuciones extrajudiciales –crímenes de lesa humanidad-, que
configuraron su política criminal de falsos partes de victoria contra la
subversión y que no fue más que el tenebroso capítulo de los mal
denominados “falsos positivos” en el cual serían asesinados miles de
jóvenes humildes, de los cuales él vociferaría de manera infame: “seguro
que no andarían por allá cogiendo café”.
Los
medios masivos de comunicación, arrodillados al enano príncipe,
reproducen para millones de colombianos olvidadizos e incautos su
llamado a la resistencia civil, haciendo a un lado las investigaciones
sobre la masacre del Aro, en Ituango, Antioquia, donde presumiblemente
el enano príncipe fue determinador principal, hecho que causó la muerte
del abogad Jesús María Valle, primero que tuvo el valor civil de debelar
la posible relación del enano príncipe con esta masacre; pasando de
alto la culpabilidad del hermano del enano príncipe en la masacre de
cientos de campesinos de Yarumal, quienes por hacerle resistencia civil a
las ambiciones terratenientes de su casta gamonal cayeron abatidos por
el ejército paramilitar de los denominados “doce apóstoles”; ocultando
los cientos de campesinos que encerró en las cárceles acusados de
terroristas, tan sólo por salir de sus veredas a hacerle resistencia
civil a su política de guerra; los cientos de líderes sociales,
estudiantes y académicos que bajo el imperio de su “seguridad
democrática” fueron asesinados por hacer resistencia civil al carácter
violador de derechos humanos de su gobierno; la criminal persecución, la
amenaza, el terrorismo psicológico, la invasión a la intimidad con las
chuzadas ilegales -criminal espionaje del DAS-, al que fueron sometidos
periodistas, defensores de derechos humanos y opositores políticos que
tuvieron el valor ciudadano hacerle “resistencia civil” a la impunidad
que impuso su mandato presidencial.
Esto
es apenas el inicio de un inventario de barbarie que llenaría páginas
enteras y que nos debe llevar, sin duda alguna, a una única pregunta:
Con qué autoridad moral viene ahora a hablarnos de resistencia civil un
hombre con tantas sombras encima. ¿Con qué autoridad moral? ¡Cuánto
cinismo!
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