Doctor
Pastrana, lo invito a que deponga su contradictorio proceder. Decirle
SÍ a la paz no es avalar las políticas sociales y económicas de Santos,
ni convertirse en su aliado político.
Por: Luis Carlos Pulgarín* / Democracia en la Red.
Tres
presidentes pasarán a la historia por dar pasos históricos en la
búsqueda de la paz con las insurgencias colombianas, tres ex presidentes
a los cuales millones de colombianos terminarán recordando con gratitud
a pesar de sus nefastas políticas sociales y económicas para la
población colombiana, y todo esto por los riesgos políticos que
implicaba asumir el hecho de plantearle al país una propuesta de paz con
las insurgencias colombianas en medio de la desconfianza y de la
polarización política nacional. Una apuesta política riesgosa que le
dejó a dos de ellos, el sin sabor de las bajas encuestas (orquestadas
siempre por los enemigos de la paz y negociantes de la guerra), y la
frustración de no haber podido cumplir con su propósito de sellar un
pacto de paz definitivo con la FARC.
Veamos,
un poco lo anterior: Para nadie es un secreto que fue el ex presidente
Belisario Betancourt, a quien muchos le perdonan su falta de liderazgo y
pantalones para dirigir las acciones que hubieran evitado el holocausto
de la Toma del Palacio de Justicia en 1985 por parte del M-19 (incluso
muchos escritores le perdonamos sus ínfulas de poeta a pesar de su muy
mala poesía), quien le apostó a un primer ensayo de paz con las
guerrillas, en ese entonces reunidas en la Coordinadora Nacional
Guerrillera Simón Bolívar. Pero que “Enemigos agazapados de la paz”,
como los denominara Otto Morales Benítez, boicotearon este proceso de
paz y provocaron lo que luego sería el genocidio de un partido político
de izquierda que prometía ser el mayor experimento de una democracia
surgida de un acuerdo de paz con las FARC-EP y que muy seguramente nos
habría ahorrado más de 30 años de guerra y miles de muertos. Ahora bien,
si hacemos un balance de los sucesos posteriores al periodo
presidencial de Betancourt, el ex presidente no puede menos que sentir
la satisfacción del deber cumplido, pues la puerta que abrió para
explorar una primera iniciativa de paz, después del criminal periodo del
gobierno de Turbay Ayala, permitió el paso a nuevos procesos de paz con
grupos como el M-19, el EPL, la CRS, el Quintin Lame entre otros. No
obstante dichos procesos de paz se firmaran en gobiernos posteriores
(Con Virgilio Barco, César Gaviria y Ernesto Samper), Betancourt debe
sentir como suyos el éxito de dichos procesos de paz, pues fueron la
conclusión de una propuesta nacional liderada por él en su momento.
Igualmente
debe suceder con usted doctor Andrés Pastrana, el proceso de paz que
hoy se define en la Habana, de manera exitosa, se debe en gran medida a
la propuesta de paz nacional que usted, de manera arriesgada, propuso a
las FARC durante su mandato. La historia no podrá negar que usted fue,
después de Betancourt, el segundo presidente de Colombia en sentar un
precedente histórico para desarrollar un proyecto nacional de paz con la
guerrilla más antigua del país y que este proceso que hoy se concluye,
en el gobierno de Santos, es el florecimiento de una semilla que usted
ayudó a sembrar durante el atardecer del siglo XX, hace apenas algunos
pocos años.
No
entiendo entonces, doctor Pastrana, el porqué de sus celos políticos
para con este proceso actual; no entiendo entonces porqué su posición
errática pretendiendo borrar el logro de un proyecto de paz del cual
usted es uno de los gestores principales, incluso desde su campaña
presidencial. No entendemos los colombianos el porqué de su alianza
amañada y errática con los terratenientes de la guerra amontonados como
jauría rabiosa en el Centro Democrático, para vociferar un NO rotundo y
criminal para con los acuerdos que en la Habana hoy definen el rumbo de
la paz para Colombia.
Doctor
Pastrana, usted tiene hoy la oportunidad única de que la imprenta de la
historia le otorgue la dignidad pérdida a su apellido desde que en 1970
se acusara a su padre, el doctor Misael Pastrana, y al Partido
Conservador, de robarse las elecciones presidenciales en las cuales el
ex dictador Rojas Pinilla (disfrazado de civil y con las banderas de la
ANAPO), era contundente ganador. Hecho que pesa en la historia crítica
de nuestro país, que no se puede negar a la luz del nefasto pacto
denominado “Frente Nacional” –que supuestamente terminaba con el
gobierno de su padre-, y con el cual se pretendía conjurar un periodo de
violencia política, pero cuyo resultado fue precisamente profundizar la
guerra interna en Colombia.
Doctor
Andrés Pastrana, usted tiene hoy la oportunidad de corregir el craso
error del Pacto del Chicoral, firmado entre doctor Misael y la clase
terrateniente. Pacto que -como dice Antonio Caballero-, junto a “la Ley
cuarta del 73, aceleró más todavía la concentración de la tierra y la
expulsión de los campesinos como colonos a la frontera agrícola, al
talar monte y sembrar coca” y que como consecuencia nos ha dejado más de
siete millones de desplazados, casi seis millones de hectáreas robadas
“y un reguero de muertos que todavía no hemos terminado de contar (ni de
matar)” además de “la conversión de Colombia de país exportador de
alimentos en importador; y la destrucción de los bosques y las selvas
para cultivar coca”.
Si
con el Pacto del Chicoral, Misael -su padre-, borró de tajo la
propuesta de reforma agraria adelantada durante la década de los 60s por
los Lleras (Lleras Camargo y Lleras Restrepo), dejando en desventaja al
campesinado colombiano frente a las poderosas mafias terratenientes del
país, permítase usted, hoy, compensar a esos campesinos que durante
tantos años estuvieron condenados a la guerra, para que regresen a la
sociedad y desarrollen los proyectos agrarios que se pactan en el
acuerdo del punto uno de los diálogos de la Habana. Proyectos que pueden
ser la experiencia piloto de un proceso de productividad agrícola
expansivo que nos posicione en un mercado internacional donde cada día
hay menos tierra para la siembra de alimentos, donde hay cada vez más
hambre por la desaforada ambición de acumulación de tierras de engorde,
por parte de las clases terratenientes, donde aumenta cada vez más la
devastación ecológica y ambiental que junto a la violencia provocan la
superpoblación de los perímetros urbanos a donde llegan los campesinos
desplazados mientras el campo se queda cada vez más solo y a expensas de
las economías mineras, multinacionales, terratenientes y, también, las
economías ilícitas en el caso de los cultivos que son materia prima para
la producción y exportación de cocaína.
Doctor
Pastrana, esta es una oportunidad única para la historia de la paz en
Colombia, las generaciones futuras podrán por fin contar otras historias
que no sean las de la barbarie y la impunidad, vivir en otras
condiciones: sin el miedo permanente a la muerte, con más oportunidades
sociales en la medida en que el gasto para la guerra se reduzca y la
inversión pública se destine a otros asuntos y necesidades propias de un
país en desarrollo, donde los billones de pesos que cada año se
invierten en matar colombianos, se destinen a preservar la vida y
garantizar la dignidad de cada colombiano. Doctor Pastrana, lo invito a
que deponga su contradictorio proceder. Decirle SÍ a la paz no es avalar
las políticas sociales y económicas de Santos, ni convertirse en su
aliado político; una cosa es el gobierno de Santos: aberrante mandato
postrado en la vía de un país que se entrega cada vez más a las
economías extranjeras, que se confunde en el maremágnum de nuestra
tradicional corrupción, del amiguismo y el favoritismo político, que
somete cada vez más a los sectores populares y de la clase media a la
desigualdad social y económica, a la pobreza y a la miseria; y otra cosa
muy distinta es el clamor del país entero en torno de la paz, usted lo
sabe, usted vivió ese clamor, ese clamor lo acompañó a las urnas y lo
hizo presidente en 1998, entonces doctor Pastrana: venga al lado de las
mayorías colombianas, tómese la foto de la paz con nosotros y permítase
pasar a la historia como uno de los estadistas colombianos que se la
jugó hasta el último momento de su carrera política, con coherencia y
sin contradicciones, por heredarle a las generaciones futuras un país
con el horizonte posible de la paz. La invitación sigue abierta, usted
tiene la palabra.
*
Luis Carlos Pulgarín Ceballos es Comunicador Social Periodista (UNAD);
Estudios de Derecho (Actualmente UDC). Diplomado en Gerencia Cultural
(Fundación Universitaria JFKennedy), y Liderazgo Social y Político (U.
Autónoma de Colombia). Estudios de Conciliación en Equidad (Min Interior
Colombia); Resolución Pacífica de Conflictos (Robert Fisher de la U, de
Harvard); Dramaturgia Cinematográfica (U. Latina de Panamá); entre
otros estudios de Derechos Humanos, periodismo radial, teatro,
literatura, libretos para cine y televisión.
Premio
Nacional de Dramaturgia Para Niños 2001. Premio Nacional “Poesía
Capital”, Casa de Poesía Silva, 2005. Beca IDCT Creación en Teatro 2002.
Premio (compartido) en concurso nacional de proyectos para televisión
“No se le arrugue” de Producciones PUNCH, año 2000.Creativo y Libretista
programa Planeta Niños, nominado por el periódico El Tiempo, como mejor
programa infantil, de la televisión colombiana en 2004. Segundo Lugar
III Concurso de Cuento Eutiquio Leal – U. Autónoma de Colombia y Taller
de Escritores Gabriel García Márquez, Bogotá 2012. Ganador del Concurso
Tertulias a la Francesa con el proyecto “las bodas de Fígaro”;
Fundalectura y Embajada de Francia, 2006. Invitado especial de la 3ª.
Feria Internacional del Libro del Zócalo, México D.F., en el marco del
proyecto “Bogotá suena – ciudad invitada de honor”, año 2003.
http://luiscarlospulgarinceballos.blogspot.com/
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