jueves, 10 de noviembre de 2016

Crónica 1 El Salvador

Desde hoy, en Canal 3, las crónicas de Juan Gil Blas:

Crónica 1 El Salvador
 Medellín 1982

Por: Juan Gil Blas
Invitado.

Medellín anochecía. Cuatro individuos abordan el colectivo en el centro y suben al barrio París, frontera entre Medellín y Bello. Es un carro grande, moderno, tipo busetica. Poco a poco los demás pasajeros se van apeando en el camino y son ellos los últimos en bajar. No quedan sino el ayudante y el conductor. En ese momento del desembarco los cuatro individuos esgrimen discretamente sus armas, los dos de la parte de atrás apuntan al ayudante y los dos de adelante reducen al conductor. Nada les va a pasar, les advierten, Necesitamos el carro para un trabajito, bajen los ojos y no miren a nadie.
El conductor pasa al centro de la banca de adelante del  vehículo, en medio del nuevo conductor y de uno de los individuos, y el ayudante queda en la parte de atrás atrapado por los otros dos, cabizbajo.
Durante el camino de regreso a la ciudad los van instruyendo sobre lo que sigue: Unos amigos nuestros se van a quedar cuidándolos a ustedes mientras hacemos el trabajito, pórtense bien, no tengan miedo, nada les va a pasar.
El carro es automático, el nuevo conductor le pide explicaciones al antiguo conductor, y las va recibiendo y poniendo en práctica.
Medellín tiene rutas distintas a las que tiene hoy, bordean el centro y suben por Boston a Buenos Aires, toman la vía a Santa Elena y al poco tuercen a la derecha y toman por un alto camino de rieles bordeado de árboles. Allí los aguarda el grupo de dos que va a custodiar a los detenidos, se les hace entrega de estos, los introducen a un matorral, les maniatan las manos y les siguen explicando que nada les va a pasar. Tranquilos, les dicen, Somos la guerrilla y necesitamos el carro una hora, después se los devolvemos.
Los cuatro individuos se regresan en el vehículo y se acercan a su objetivo, frontera entre Buenos Aires y El Salvador: el liceo Federico Ozanam, hoy llamada Institución Educativa.
El vehículo parquea cerca del objetivo, descienden dos y dejan la puerta abierta. Poco a poco van ingresando en él individuos que caminan por ahí, hasta completar el cupo de diez guerrilleros.
El carro se pone en marcha, se sitúa frente a la entrada del colegio, lo que en arquitectura de hoy viene a ser la parte de atrás del colegio. Coincidencialmente el colegio queda en la calle 44 (o 45, según se mire), la misma de San Juan, pero en El Salvador-Buenos Aires, lo que en cierto modo es un buen augurio para la continuidad de aquellas crónicas.
El portero está a punto de cerrar la pequeña puerta por donde ingresan los estudiantes. Allá vienen los dos últimos, rezagados. Buenas noches, le dicen al portero, y sin darle tiempo de reaccionar desenfundan sus revólveres y le dicen que siga para adentro.
El carro se arrima lentamente a la puerta del colegio, parquea puerta con puerta, y de él empieza a descender la fila india de guerrilleros. Ya adentro del colegio se van colocando sus pañoletas rojas y negras. Se distribuyen por varios sitios del colegio. Uno acciona el timbre y otros van pasando por los salones convocando a los estudiantes al patio.
En la portería, los dos que han reducido al celador esculcan la gaveta de su escritorio y recuperan para la causa el revólver que él guarda allí, cosa que sabían por información de los estudiantes del Ozanam que propusieron la toma. Y controlan la entrada.
Uno de los dos se hace en la puerta del colegio a conversar y controlar a una señora muy gorda y monumental que todas las noches vende confitería a los estudiantes, mientras el otro, con un aerosol, pinta las paredes internas: Comando Manuel Vásquez Castaño, Ni un paso atrás, liberación o muerte, ELN.
En el patio se han reunido ya cientos de estudiantes. Un guerrillero toma la palabra, arenga contra el gobierno, mientras otros despliegan una larga pancarta roja y negra que cuelgan de un muro del segundo piso y otros agitan banderas del mismo color y reparten propaganda insurgente entre los estudiantes. Los llaman a rebelarse, a la insurrección.
La toma dura diez minutos. Cerca, en Ayacucho, quedan las instalaciones de la antigua tristemente célebre policía política DAS. Los vecinos de la cuadra desde los balcones se han dado cuenta de que algo raro sucede en el interior del colegio. Es el momento de la retirada.
La fila india de guerrilleros se devuelve en sentido inverso de como ingresó, van abordando el vehículo, este cierra automáticamente sus puertas y emprende la fuga. Cada varias cuadras va dejando en el camino a parejas del comando, hasta que queda solo el conductor, que va a parquear el carro cerca del parque de la Milagrosa, donde se le había indicado al conductor retenido en Buenos Aires que podía ir a recoger su carro cuando lo liberaran quienes lo custodiaban.
Ponga la denuncia, no se vaya a meter en problemas, le advierten. En efecto, a la hora acordada, allá en la montaña, quienes cuidan al conductor y al ayudante les zafan un poco sus ataduras y les dicen que después de quince minutos pueden emprender el regreso, y se retiran a pie.
Varias horas después la radio anuncia la nueva toma guerrillera en Medellín. La noche cae sobre la ciudad.
De quienes participaron en la toma del Ozanam murió en el camino de la lucha Gustavo Albeiro Muñoz, estudiante de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, desaparecido por el Ejército el 26 de mayo de ese año. Y Luis Fernando Giraldo, en agosto 20 del año siguiente, quien fue explosionado por agentes de la Policía en el Parque de Aranjuez. Era estudiante de Antropología de la Universidad de Antioquia, y de profesión taxista. Y quien me contó esto hace años, Marcos, muerto por una especie de inanición ideológica en 1989, a la par con la caída del Muro de Berlín. Nunca más se volvió a saber de él, pero se salvó su anécdota: Medellín no es como nos la cuentan, otras historias detrás de su historia hay.

(20 de agosto de 2016)

Juan Gil Blas (1959). Escritor y corrector de estilo. Reside en Medellín, Antioquia. Varios libros publicados, entre ellos: 

-Diálogos de la Eterna Primavera . 1992. 37 diálogos, que muestran a una Medellín sometida a un poder bárbaro.

-Diccionario triste (1998). 100 relatos (bastante poéticos), donde se profundiza el primer libro.

-El Valle de los Perros Mudos (2000). Es un relato corto, una descripción y una ficción sobre el Valle de Aburrá poco antes de la llegada de los españoles en 1541.

-Dos Cuentos (2002). “Un beso de amor eterno”, que narra el absurdo de una manifestación de muertos; y “Un beso de amor eterno”, que trata del ser y la nada (del amor). Dos cuentos metafísicos, que pululan pura física.

-Colección Memoria (2007). 10 cuadernos, 14 relatos, donde se afianza la preocupación por ficcionar (o muchas veces, rescatar directamente de la realidad) el ambiente y los acontecimientos trágicos de la generosa generación del 59.

-El Difícil Cuento de la Educación de Mateo Falcone (2009). 18 relatos. En toda medida, la continuación de Colección Memoria.


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