sábado, 14 de septiembre de 2024

Consenso "Unidad por la Paz de Apartadó", 30 años de la jugada maestra que buscó borrar a la Unión Patriótica de Urabá

 

1994 – 2024

CONSENSO "UNIDAD POR LA PAZ DE APARTADÓ"

30 años de la jugada maestra que buscó borrar a la Unión Patriótica de Urabá.

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos   

Gloria Cuartas Montoya y
Luis Carlos Pulgarín Ceballos,
en 1994, año del "Consenso"

Carta abierta a la ciudadanía.

Una carta abierta a la ciudadanía, con fecha del 22 de julio de 1994, anunciaba la disposición de diferentes fuerzas políticas de Apartadó para deponer sus aspiraciones con candidato propio a la alcaldía de Apartadó, municipio principal del denominado eje bananero en la región del Urabá antioqueño. “Estamos porque se dé un pacto político que posibilite la tolerancia y la convivencia en Apartadó y en la zona de Urabá (…) Estudiaremos detenidamente las hojas de vida de ilustres ciudadanos de Apartadó, para determinar un consenso a la Alcaldía de Apartadó”. Firmaron inicialmente este compromiso: Gustavo Arenas (entonces diputado de la UP en la Asamblea departamental de Antioquia); Mario Agudelo (Ex comandante y Reinsertado del antiguo EPL, aspirante a la alcaldía por el movimiento Esperanza Paz y Libertad); William Martínez (aspirante a la alcaldía por el partido Liberal); Raúl Cuestas Salas (del movimiento Negritudes Cimarrón); Héctor Emilson Mosquera (de las negritudes Mopin) y, quien firma como autor del presente escrito: Luis Carlos Pulgarín Ceballos (por el movimiento cívico Generación 21).

Quien sería ese candidato o candidata se elegiría solo hasta dos meses después, para el mes de septiembre, ad portas del cierre de inscripción de candidaturas, en una serie de reuniones, donde se sumarían otras voces políticas, sociales, económicas y religiosas de la región; algunas de ellas que obedecerían directrices de los directorios políticos departamentales y hasta el gremio bananero y un denominado grupo amigos de Urabá, que desde Medellín parecían ejercer gran influencia en una de las voces más relevantes en la mesa de diálogo que teníamos en Apartadó: El arzobispo de Urabá Isaías Duarte Cansino.

Antecedentes de la Carta Abierta   

Aunque el comunicado público lo firmamos solo 6 personas, es justo reconocer que, el mismo, fue resultado de una reunión amplia donde participaron otros delegados y delegadas de diversos sectores, sobre todo políticos. Nos vamos a extender un poco en esta introducción, pero hay que hacer justicia y reconocer el mérito de quienes aportaron voluntades en la construcción de esta experiencia de paz local que en su momento llamó bastante la atención nacional. El Acta de "la Primera reunión de concertación política y social en torno a la gobernabilidad de Apartadó, para la administración 1995-1997", realizada desde las 2 de la tarde en la sede del directorio liberal de Apartadó, registra la asistencia de William Martínez, Ángel Quiroga,  José Domingo Vázquez, Julio César Vázquez,  Arbey Molina, Richard Gómez y Santiago Santacruz Rambay, en representación del Partido Liberal; Jairo Suárez, Guillermo Correa y Ortelio Palacio en representación del Movimiento Esperanza, Paz y Libertad; Alberto Ruiz y Javier Acosta delegados del Partido Comunista Colombiano y la Unión Patriótica; Ferenc Legitime Julio, Personero del municipio; además de los firmantes del comunicado público como ya lo he expresado. En el desarrollo del presente documento me permitiré hacer un perfil de cada uno de los participantes ya mencionados.

Registro de una de las reuniones en búsqueda del Consenso.
Foto: Osvald Higuita Pérez.

Ahora bien, si queremos ser aún más justos, hay que volver la mirada atrás; es decir, revisar qué otro antecedente posible hubo en la región, qué nos pudo motivar -aquel 22 de julio de 1994-, a la creación de un escenario posible de consenso. Y aquí, entonces, habría que hablar de dos sucesos: el primero, una serie de reuniones preparatorias de una mesa de trabajo por la tolerancia y la convivencia de Urabá (tengo en mis memorias la evidencia de tres reuniones en las cuales participaron líderes políticos y sociales de Carepa, Chigorodó, Turbo y Apartadó, pero en páginas siguientes precisaré más detalles de este proceso, igualmente para hacer un reconocimiento a quienes sumaron voluntades en este propósito de paz).

El segundo antecedente al que hay que referirse es una serie de charlas sobre “gobernabilidad” que lideró el conservador y, para 1994, director de la Caja de Compensación Comfamiliar Camacol, Alfonso Núñez Lapeira; quién además sería el candidato a la gobernación de Antioquia de su partido, para el periodo 1995-1997. Igualmente dedicaremos unas cuántas páginas a este suceso en páginas siguientes.

El presente documento será sustentado también con una serie de actas de muchas de esas reuniones y debates realizados entre el 22 de julio y el 24 de septiembre, que durante años he guardado celosamente dentro de mis archivos personales, pensando siempre en que un día iba a enfrentar la escritura de estas memorias, y que luego de 30 años empiezan a desarrollarse con estas líneas.

Hace 20 años, escribí en mi muro de Facebook, lo siguiente:  

Un 31 de octubre, hace 20 años, asistíamos a las urnas con el objetivo de elegir a Gloria Cuartas Montoya como alcaldesa de Apartadó, Candidata única de un acuerdo de fuerzas políticas de Urabá en pro de la paz. Acuerdo al que muchos asistimos con gran ingenuidad política, no sabíamos que el gran acuerdo lo habían firmado las mafias económicas de la derecha en Medellín, que nosotros éramos idiotas útiles a unos intereses de gremios económicos y políticos que lograrían imponer su hegemonía en la región con la ayuda del paramilitarismo. Lo más frustrante para muchos, es que este proceso fue apadrinado por Monseñor Isaías Duarte Cansino, Obispo de Urabá, que -estoy seguro- sabía de las aguas sucias que se movían detrás de este proyecto al que muchos fuimos funcionales en esa época. Yo renuncié al proceso en el año de 1995, como lo pueden constatar en el reportaje de la revista Cromos. (Ver foto)

  


Una nota rápida que buscaba, a los 20 años del Consenso, no dejar desapercibida esta fecha y esta aclaración -desde mi perspectiva-, de cómo se había empezado a configurar la “pacificación” política de la región, a la par de la pacificación armada que impondría el paramilitarismo en contubernio con el ejército desde la XVII Brigada de Urabá, entonces comandada por el denominado “carnicero de Urabá”, Ex general Rito Alejo del Río, condenado por la justicia colombiana por violación de Derechos Humanos, y que tampoco escapa a las determinaciones criminales y políticas del denominado Matarife, Álvaro Uribe Vélez, entonces gobernador de Antioquia y quien despuntaría en su vida política con alianzas dudosas en territorios de dominio paramilitar como el departamento de Córdoba, el norte de Urabá y otros municipios del departamento de Antioquia donde tendrían acción grupos criminales como “los 12 apóstoles”, fundado entre otros por su hermano Santiago Uribe Vélez, hoy procesado por la justicia.


Quien escribe el presente testimonio:


Fui uno de los firmantes del pacto denominado Consenso Político de Apartadó. En medio de mi analfabetismo político para esa época había constituido un proyecto denominado Movimiento Cívico Generación 21, con el cual pretendía llegar al Concejo de Apartadó; desde esa aspiración política uno de mis ideales era el trabajo por el arte y por la paz (mi compromiso con la paz de este país nació desde 1990, cuando se realizó el proceso de paz con el antiguo Ejército Popular de Liberación EPL. Para esa época no dudé en sumarme a quienes animaron, con gran esperanza, estas negociaciones. Fui al campamento de Pueblo Nuevo en varias ocasiones a acompañar con jornadas culturales ese proceso de diálogos y una vez reinsertados los antiguos combatientes los acompañé con jornadas pedagógicas y culturales, e incluso los acompañé en unas primeras elecciones locales, hasta que la espiral de la violencia llevó a que muchos de los reinsertados retomaran las armas, ya no como guerrilla sino como grupo pro paramilitar. De esto hablaré en líneas posteriores).

El presente documento de memoria, se escribe pues desde uno de los protagonistas de esta experiencia de paz que, si bien no fue lo que, personalmente, esperaba, fue un capítulo importante para la historia de la región y que, si lo analizamos bien, terminó siendo una primera jugada en la estrategia de “pacificación” que viviría la región por aquellos años.

En sus páginas posteriores, este documento recogerá otras voces, que igualmente siendo protagonistas del proceso, pueden tener una visión o un concepto diferente, y que por haber jugado también un rol importante en la construcción de un acuerdo que logró, pese a todas las adversidades de la guerra, sentar en una mesa a enemigos políticos acérrimos o irreconciliables, para conciliar en un solo candidato o candidata a la Alcaldía de Apartadó, y lo más sorprendente aún: juntar los distintos candidatos al Consejo en una campaña unificada a pesar de seguir debatiendo sus posturas distantes en torno a los intereses de cada fracción política y al futuro del municipio.


Contextos generales.

Si en 1994, en el proceso electoral de índole regional, se desarrollan unas elecciones con la inscripción de varios candidatos, según las aspiraciones de las diferentes fuerzas políticas de la región, seguramente la victoria habría sido nuevamente para el candidato de la UP, reafirmando una vez más el poder electoral alcanzado por la izquierda, desde que en el país se instituyera la elección popular de alcaldes, 1988.

Sí, también es cierto que se habrían arriesgado muchas vidas, en unos procesos electorales que solían ser violentos y poner en la mira de los asesinos, en primera medida a los candidatos. Popularmente se decía que, a unas elecciones para alcaldía se inscribían cuatro candidatos y se terminaban enterrando cinco. Era parte de ese humor negro que afloraba en una región como la de Urabá, donde ya se había perdido la capacidad de asombro ante la muerte.

Pero en 1994 sucedió lo inesperado, una jugada política insólita que sorprendería la vida política de un país acostumbrado a tener solo noticias de guerra y muerte de los diferentes municipios de Urabá, región donde se incubaba el proyecto piloto de expansión paramilitar que había empezado a llegar a la zona desde 1989 con las masacres de las fincas de Punta de Coquitos, Honduras y la Negra, en Apartadó, y que luego se reafirmaría con la reinserción  de la antigua guerrilla del EPL (Ejército Popular de Liberación); grupo del cual un sector mayoritario de sus integrantes terminó, de manera paradójica, paramilitarizado y por ende, poniendo la alfombra roja para que el paramilitarismo de Carlos Castaño entrara al eje bananero, territorio hasta entonces en pleno dominio de las extintas guerrillas de las FARC-EP.

El presente documento busca hacer memoria de cómo se configuró este pacto político, desde la voz de uno de sus protagonistas, cómo fueron los momentos decisivos de este proceso desde la fecha  del 22 de julio de 1994, hasta el 23 de septiembre, del mismo año, en que apareció en el panorama el nombre de Gloria Cuartas Montoya, para muchos de nosotros un personaje desconocido hasta ese momento, un as bajo la manga que surgió en una reunión privada entre el arzobispo Isaías Duarte Cansino, los delegados de la UP, Esperanza Paz y Libertad y del partido Liberal, las tres fuerzas políticas decisivas en los momentos en que, a media noche del 23 de septiembre, luego del rechazo de decenas de hojas de vida, a tan solo unas horas de que se cerrarán inscripciones para candidatos, el consenso en torno a un solo nombre parecía derrumbarse.

Continúa en siguientes entregas…

domingo, 8 de septiembre de 2024

Es la guerra… (Y no es un cuento) - Segunda parte

Es la guerra…  (Y no es un cuento)

Lecciones histéricas de Colombia.


Leer primera parte: 

https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/07/es-la-guerra-y-no-es-un-cuento.html


Segunda parte

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

Antes de retomar la historia de Fulgencio Parra, permítanme el siguiente paréntesis para aclarar contextos:

Es claro que había la necesidad de que la américa latina, sometida al colonialismo español, se liberara; y no pretendo restarle importancia a ese primer proceso de expulsión del yugo invasor surgido en los diferentes territorios del nuevo continente; pero hay que aceptar que el cacareado grito de “independencia” de 1810, al menos en Colombia, fue un proyecto clasista, centralista y excluyente que solo buscaba privilegios políticos para una clase criolla ilustrada y pudiente con pretensiones de identidad europea dada la sangre que les corría por las venas (precisemos que en Colombia la clase criolla estaba compuesta -en su origen-, por hijo o hija de español con española nacido en territorio americano; luego: hijo o hija de padres o madres españoles con padres o madres criollas, luego hijo o hija de padres y madres criollas pero descendientes directos de españoles).  

Esa élite criolla, privada del ejercicio de la participación política en los altos cargos de gobierno (decisión de los reyes españoles); pero no privados del disfrute de los privilegios de las fortunas de sus padres; realmente no pensaban con sinceridad en el lema de “libertadigualdad y fraternidad” que imperó en la Revolución Francesa (uno de los antecedentes que impulsó la valentía rebelde del proyecto independista); al menos no para todos los habitantes de los territorios a independizar.  En su proyecto político no estaban las masas indígenas, las negritudes esclavizadas (incluso en muchas de sus casas feudales), tampoco estaban en su horizonte emancipador los mestizos, mulatos, zambos, pardos; masa poblacional pobre, compuesta por unas nuevas generaciones étnicas originadas en la promiscuidad criminal de los conquistadores, terratenientes y gobernantes españoles, que violaron mujeres indígenas y negras para luego negar (en la mayoría de los casos) la paternidad correspondiente.

Tanto era el nivel excluyente de esta primera “revolución” que incluso aquellos sectores criollos de menor o nulo poder económico estaba por fuera del proyecto político con el cual se pretendía reorganizar el territorio “independizado”; como lo demuestra el hecho de que el único líder criollo, de bajo poder económico, que además sí pensaba que la revolución debería ser construida con las masas pobres y miserables, terminó en la cárcel condenado por sus mismos “hermanos” criollos de revolución. Estamos hablando de José María Carbonell, el apodado “Chispero de la revolución”, historia que nos merecería capítulo aparte, para no irnos por un camino diferente a la historia de Fulgencio Parra que nos ocupa ahora y con la cual queremos tratar de entender por qué, en tiempos del siglo XXI, los pobres siguen siendo los que terminan peleando guerras ajenas; guerras de quienes las crean, pero nunca entran al campo de batalla.

Así pues, Fulgencio Parra fue uno de esos tantos excluidos, descendiente de mestizo con mulata, ambos pobres; que en su infancia muchas veces comió tierra a falta de pan digno, y que perdió, como ya dijimos a su padre, de tendencia política liberal, en otra guerra.

Retomemos: Me voy a matar azules, le dijo Fulgencio a su madre, dejándola en el embargo de la incertidumbre. Y se enlisto en el ejército de los rojos.

Al ejército de los rojos llegó Fulgencio. Quería un uniforme y un arma que lo autorizaran a matar azules, quería vengar la muerte de su padre.

Perdió la cuenta de las veces que disparó su fusil de dotación. Cada noche hacía la cuenta de los posibles azules que habría matado, sin tener certeza, pues los únicos muertos de los que tenía cuenta clara eran los rojos que caían a su lado cuando las balas enemigas los alcanzaban.

Muertos azules y muertos rojos encontraba día a día en el campo de batalla, muertos de lanza, muertos de machete y cuchillo, muertos de bala de fusil; muertos de abandono en descomposición. Y en los rostros sacrificados de los muertos azules, quiso adivinar cuál de ellos podría haber sido el posible asesino de su padre, quería terminar su guerra, pero debía estar seguro de que ya habría vengado la muerte del padre.

Tantos rostros, tantos gestos de terror ante la inminencia de la muerte, tantas cicatrices de miseria, tantas arrugas que manifestaban desolación. Esos rostros de los azules eran tan iguales a su rostro, al que fue el rostro de su padre, al rostro de los mismos rojos. Y empezó a tener pesadillas con esa multitud de rostros, los rostros de los muertos revisados con la ansiedad de encontrar al victimario de su padre, los rostros de fatiga y desesperanza de sus compañeros rojos. Los rostros de los mismos pobres de siempre, fueran rojos o azules, al final, rostros de la misma clase sacrificada como carne de cañón en la guerra.

De súbito, una noche despertó pensando que tenía que dar con el asesino de su padre, no podía seguir sin saber si el victimario de su padre caía también, y que ese objetivo perseguido no lo iba a lograr si seguía desde el ejército rojo; no, para saberlo a ciencia cierta tenía que infiltrarse en el ejército azul, preguntar, esculcar, descubrir con precisión. No iba a seguir siendo perseguido por tanto rostro sin la certeza de saberse vengado. Así pues, a la madrugada de un día cualquiera desertó del ejército rojo y se dio sus mañas para ser reclutado en el ejército azul, donde -haciendo de tripas corazón por tener que relacionarse con sus enemigos-, le dio continuidad a su proyecto de venganza.

Pero una cosa piensa el burro y otra piensa quien lo está enjalmando: Ya enfilado en el ejército enemigo, empezó a pensar que todos esos combatientes azules son tan iguales a él y a tantos rojos, que igual están allí en el campo de batalla por hambre, por instinto de venganzas iguales a la suya, y empieza a sentir que está en el lugar equivocado, ya ni le importa saber si quien mató a su padre en esa guerra pasada estaba vivo, o cayó muerto en otro combate, igual ya le parecía imposible dar col él, el enemigo son todos los azules le decían en el ejército anterior, el enemigo son todos los rojos le dicen en su nuevo ejército; no se busca matar a nadie en particular, cae el que tiene que caer, el que estaba destinado para morir ese día en el campo de batalla, llámese como se llame; la venganza individual entonces empieza a perder sentido para él, ya no quiere seguir más allí; esa guerra ya no es suya, tampoco de esa cantidad de combatientes azules y rojos, descalzos, descamisados, tan hambrientos como él;  tan reclutados a la fuerza muchos, por la necesidad de supervivencia otros, por venganzas equivocadas tantos…

Los días van y vienen, con la única novedad de que siguen cayendo, en el campo de batalla, rojos y azules; hasta que un día, los rojos le hacen una redada a los azules apresando a varios. Y entre los capturados está Fulgencio, a quien sus ex compañeros rojos reconocen como un traidor por pasarse al ejército enemigo. Entonces le hacen un consejo verbal de guerra, y de ipso facto es condenado a muerte.

Frente al pelotón de fusilamiento está Fulgencio Parra, será fusilado de manera inminente, por el ejército que un día defendió su padre, al primer ejercito al que llegó él en busca de una venganza sin sentido, en una guerra tan ajena para los pobres como él.

FIN.

Recomendados:

Vamos a teatro.
Obra: Ofelia se ahoga en sus penas (Tantos pares de botas tantos muertos)
20 de septiembre 2024 - 6:30 p.m.
Teatro Quimera.


Lecturas:

Novela: Las Putas Nunca Mueren en Domingo

Colección: Realismo Trágico

https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2022/08/

domingo, 21 de julio de 2024

 

Es la guerra…  (Y no es un cuento)     

Lecciones histéricas de Colombia.

Primera parte

 

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos.

Obra del artista Héctor Iván Valencia Zapata


Esta es la historia de todas las guerras del mundo… Una cacería infame entre ejércitos de hombres llenos de odio, de rabia y sed de sangre, en la que por lo regular quienes son la carne de cañón son soldados cuya única diferencia son sus uniformes y distintivos de acuerdo a cada bando en contienda, pero por lo regular, son los mismos hijos de las masas populares de los pueblos, las pobrecías, las ninguneadas, los miserables que no tienen qué perder porque la muerte en la guerra es la única salida a su destino de no futuro; tampoco mucho que ganar porque si sobreviven solo heredarán las cicatrices de la violencia, los recuerdos heridos y el estigma social, porque seguirán siendo pobres, viviendo sus últimos días rumiando sus frustraciones y mirando como
  las ganancias de la guerra se van a las arcas bancarias de quienes las crearon y dirigieron sin entrar en el campo de batalla, porque ellos nacieron privilegiados, no son los que exponen su pellejo, ni ellos, ni el de sus hijos, herederos de las fortunas infames que continuarán la tradición de seguir creando guerras para preservar sus privilegios.

La guerra es una borrasca obscura en la que se enfrentan pobres contra pobres, mientras los ricos se reparten el botín que la mueve, así llegó Fulgencio Parra a uno de estos ejércitos.

Fulgencio Parra nació y creció de milagro, hijo de una pareja de mendigos en una época que para las mayorías no había más posibilidad que la limosna; no había clase obrera porque aún no había llegado la industria al país, no había como engancharse a trabajar en una finca porque los terratenientes tenían esclavos y no necesitaban otra mano de obra; los cargos públicos se rotaban entre rojos y azules privilegiados por la burocracia y el padrinazgo político de quien gobernase en turno, después de unas elecciones fraudulentas o de un golpe de estado liderado con otra guerra donde los combatientes fueron los cientos de Fulgencios Parras de la época; la única opción: las calles y parajes donde se botasen las sobras de la comida de una clase “criolla” indolentes que se ufanaban de haber sido la clase que supuestamente trajo la libertad y la independencia ¿La libertad y la independencia para quiénes?, no para las indiadas, las negritudes, los artesanos pobres; los mestizos y mulatos, siervos y campesinos de paupérrima condición económica y social.

El padre de Fulgencio se había preciado siempre de ser un fiel militante del partido rojo, integrado por una clase emergente de comerciantes y un gran sector de artesanos de poca posibilidad económica; el cual se decía era el partido de avanzada en su época, a diferencia del otro partido existente en el país, el partido azul, un partido conformado por elites de fuertes terratenientes esclavistas muy adeptos a la tradición religiosa con la cual tenía estrecha relación. Algo que tenían en común ambos partidos era que su fundación había estado liderada sobre todo por hombres de tradición militar, lo cual generaba que muchas de las decisiones políticas de la época se imponían por la fuerza; de hecho, los cambios de gobierno eran por lo regular consecuencia de golpes de estado que se solían dar entre ellos. Golpes de estado que implicaban sangrientas guerras que los antecedían.

Don Anselmo Parra, padre de Fulgencio se había enlistado en el ejército rebelde rojo, en primer lugar, convencido de que las élites dirigentes de este partido defendían sus intereses, y en segundo lugar, sino el motivo más importante, porque mientras fuera peón de guerra se aseguraba un vestido y una alimentación que le era difícil asegurarse por fuera de la guerra, tal era la realidad de esa masa hambrienta, descamisada y descalza que deambulaba por los caminos de una patria recién “independizada” de los colonialistas españoles.

Gobernaban los azules, y los generales del partido rojo azuzaban en descontento para encender la violencia argumentando, frente al pueblo miserable que los escuchaba, que todas las desgracias del país eran por culpa de la tiranía de los azules.

No habrían pasado muchos días de que el país sufriera el incendio devastador de una nueva guerra civil cuando al triste rancho de la familia Parra llegaría un cadáver desmembrado por salvajes machetazos recibidos en el campo de batalla, en aquella época cuando los peones de la guerra se enfrentaban entre sí cuerpo a cuerpo.

Fulgencio quedó huérfano de padre, y la familia en el más profundo de los abandonos. Con solo 13 años Fulgencio debió asumir la responsabilidad de la casa, dado que entre los tres hijos del difunto era el mayor; ahora tendría que resolver la situación de una madre viuda y dos hermanitas menores que él; lo que lo llevó a rebuscarse de muchas formas: haciendo mandados y hasta pidiendo limosna en calles y mercados. Sobreviviendo precariamente y con un sentimiento de odio hacía quien se dijera seguidor del partido azul al cual acusaba de la muerte de su padre, pasaría sus años de adolescencia.

En tanta carencia vería morir una de sus hermanitas menores, sin posibilidad de acceso a salud o una medicina que calmara el dolor de una virosis pulmonar prematura. 

Mientras Fulgencio llegaba a su mayoría de edad, los rojos gobernarían en dos oportunidades, incluido el periodo logrado tras la guerra en que murió su padre, sin que el destino miserable de las mayorías militantes del partido cambiara para algo.

Y se llegó otra guerra civil. Y los sentimientos de venganza y frustración se avivaron más que nunca.

Me voy a matar azules, le dijo Fulgencio a su madre, dejándola en el embargo de la incertidumbre. Y se enlisto en el ejército de los rojos.

 

Continúa en próxima entrega


Otras lecturas: 


Cuatrocientos treinta y… No más ¡Basta ya!  

 

                                           Fotografía tomada de internet


Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

1.

Con el primer canto de la madrugada Rodrigo salió de su rancho rumbo al sembrado, quería mirar el florecer de su esperanza con los primeros rayos del sol aquella mañana. 

Luego de entregar armas se...


https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2024/07/cuatrocientos-treinta-y-no-mas-basta-ya.html


Compa, dígale que estamos en proceso de Paz

(Primera versión... de los hechos)


Diles que no me maten

(Juan Rulfo)

 

Autor: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

Dicen que se lo llevaron monte arriba. Que lo sacaron de la carretera y después de quemar la moto en que iba lo golpearon sin compasión, luego se lo llevaron a rastras por entre la arboleda de la montaña. Dicen que le gritaban “Guerrillero hijueputa, aquí las vas apagar todas, este país no olvida”.

Casi asfixiado, pálido y aterrorizado llegó a la vereda de paz, el niño que trajo la noticia, corrió con toda la fuerza que podían darle sus entrados trece años de edad, para alertar a la comunidad. Yo estaba ahí, a la orilla de la quebrada, cuando escuché los pasos de los soldados, entonces me asusté y me escondí detrás de un matorral, ahí fue cuando vi que el camarada Fidel aparecía en su moto…


 Opinión

Cultura de Paz: Principio de la Paz que Colombia necesita

Por: Luis Carlos Pulgarin Ceballos

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Construir Paz, entonces, nos representa abordar los siguientes compromisos: 1. Detener la guerra, 2. Políticas estructurales, 3. Instaurar una Cultura de Paz.

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En los últimos tiempos, Colombia ha estado inmersa en un debate sobre el tipo de Paz que necesita construir. Cada gobierno de turno ha bautizado de diversas formas su propuesta de trabajo en pro de la paz. Para no hacer mucha historia: con la elección de Gustavo Petro se generó la idea de una Paz Total, aunque dentro de su mismo gobierno, igual, se habla de una Paz Territorial. En algunas instancias de la ciudadanía se habla de Paz Integral, al parecer un recicle de lo que antes llamaron Paz con justicia social; de igual manera, en otros sectores es común escuchar que se habla de una Paz positiva.

https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/03/cultura-de-paz-principio-de-la-paz-que.html


Pedagogía de la Reconciliación

Que no te acobarde la Paz

Carta y poema para un amigo que persiste en la guerra

 

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos.

 

 Entonces eras como nuestro hermano, uno más de aquel grupo de artistas regionales que soñábamos comernos el mundo con nuestras incipientes obras de aquel entonces; el bacán de la gallada. Diestro en la palabra y el humor, quizá, por eso te hiciste trovador y poeta. Por ahí, entre unos papeles descuadernados aún quedan rastros de tus primeros versos: “Escucha. No bajes la mirada/ no me tengas miedo/ deja que mi mano ponga una rosa en tu pelo/y mi boca te diga: te quiero/ permite a mis ojos mirar tus silencios/ deja que el amor nos regale un verso”(1).  

https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/04/que-no-te-acobarde-la-paz.html



viernes, 28 de junio de 2024

A calzón quita'o y sin pelos en la lengua: “Bueno es cilantro, pero no tanto”

 

Opinión/“Bueno es cilantro, pero no tanto”

A la luz de los últimos asesinatos (y los anteriores también)… la paz que queremos no puede ser para seguir construyendo cementerios.

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

Voté por usted señor presidente @petrogustavo, y sigo firme acompañando su gobierno y su visión de estadista mundial. Sigo firme y defendiendo las reformas políticas que usted propone y que tanto necesita nuestro país para superar la tiranía de la desigualdad y la injusticia social. Sigo aplaudiendo su gobierno, convencido de que estamos venciendo la criminal corrupción que por décadas ha enriquecido unas pocas familias de élite y empobrecido a millones de colombianos y colombianas; pero ese apoyo a su gobierno no quiere decir que guarde silencio frente a la incertidumbre que nos va provocando su propuesta de la Paz Total: En nuestra tierra hay un dicho que afirma “bueno es cilantro, pero no tanto”. Está bien que seamos seres de paz, pero la paz que queremos no puede ser para seguir construyendo cementerios. No se puede seguir extendiendo mano generosa al perro que la muerde; el Estado no puede renunciar a su potestad del uso de la fuerza para reprimir los asesinos de unas disidencias cuya respuesta a los diálogos propuestos por el gobierno es el crimen de Firmantes de Paz, líderes y lideresas sociales. Su inclinación por el narcotráfico los aleja de la línea política con que piden que se les trate, son simples asesinos, extorsionistas y narcotraficantes, y de esa manera hay que tratarles; la Fuerza Pública debe reducirles y liberar el país de ese cáncer criminal que afecta la seguridad y la vida de miles de colombianos en las regiones donde ellas (las disidencias y demás grupos ilegales) generan terror y expanden el negocio del criminal narcotráfico. ¿Cuántos líderes y lideresas, cuántos firmantes más asesinados necesita señor presidente para entender que hay que pararse en la raya de una buena vez?, no más zanahoria para quienes solo entienden por la fuerza. Adelante con quienes de verdad demuestran voluntad de paz, si de diez grupos ilegales solo dos o tres quedan en las mesas de diálogo, a hacer la paz con esos tres, para los demás garrote y todo el peso de la ley sobre ellos.

Entiendo que usted es un hombre que hizo la paz, proveniente de un grupo rebelde que le demostró al país y al mundo la posibilidad de la reconciliación y, sobre todo, la construcción de un proyecto alternativo y progresista que está rompiendo la cadena de gobiernos hegemónicos de una rancia derecha que pretende seguir sumiendo el país en la guerra e imponiendo la tiránica Constitución de 1886,  a pesar de la existencia de la democrática Constitución de 1991; pero esa coherencia -fundamentada en la vocación de paz que demostró el M-19 en los años 90s del siglo XX-, con la cual usted quiere tratar los temas actuales de la paz total, no puede continuar en demerito del derecho a la seguridad y la vida de quienes en 2016 (como usted en 1989) hicieron la paz; de las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas, de cientos de líderes y lideresas sociales. Reaccione señor Presidente.   

He dicho.  

sábado, 20 de abril de 2024

Que no te acobarde la Paz

 Pedagogía de la Reconciliación

Que no te acobarde la Paz

Carta y poema para un amigo que persiste en la guerra

 

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos.

 

 Entonces eras como nuestro hermano, uno más de aquel grupo de artistas regionales que soñábamos comernos el mundo con nuestras incipientes obras de aquel entonces; el bacán de la gallada. Diestro en la palabra y el humor, quizá, por eso te hiciste trovador y poeta. Por ahí, entre unos papeles descuadernados aún quedan rastros de tus primeros versos: “Escucha. No bajes la mirada/ no me tengas miedo/ deja que mi mano ponga una rosa en tu pelo/y mi boca te diga: te quiero/ permite a mis ojos mirar tus silencios/ deja que el amor nos regale un verso”(1).  

Tal vez entonces soñabas ser un Neruda, porque tenías estos versos amorosos para el papel y las tertulias pasadas por whisky en el bar del viejo Fidel o, en la casa de la Cultura donde te batías a duelo con otros trovadores de Apartadó. Y, también como el poeta chileno, militabas en el Partido Comunista.  Tantas anécdotas, como aquella noche que nos cogió la policía por estar violando un toque de queda y con tu desparpajo terminaste logrando que el comandante de turno nos dejará pasar la noche en la oficina y no en una celda fría donde no cabía una persona más, que, de ñapa, nos mandara a traer una de whisky y en la madrugada del día siguiente nos mandara en una patrulla para nuestras casas. Vendría luego esa ola de terror en Urabá y tu terminarías prisionero, acusado, como tantos otros que con los años demostraron su inocencia, de ser coautor intelectual de una masacre. Saliste libre y pasaste un rato por Bogotá, te encontré por aquel sector de negocios de repuestos para camiones y vehículos pesados, donde habías logrado emplearte, y volvimos a soñar proyectos de arte, y nos vinculamos con aquellos profes universitarios de la Expedición Pedagógica Nacional, y nos íbamos con ellos y tu echabas trovas y yo cuentos y poemas.  Pero un día de repente, desapareciste. Largos años preguntando por ti, sin que nadie diera razón alguna. Te di por muerto.

Apareciste luego por breve lapso de tiempo. Volvías de la guerra en el proceso de paz del 2016. Te habías ido a las montañas a finales del siglo 20 con el Mono Jojoy, volvías para hacer la paz. Después, te vi una o dos veces en esta fría y apocalíptica Bogotá, sería el 2018. Volviste a desaparecer. Y de nuevo, nadie volvió a dar razón de ti. Breve paso por la paz.

Hasta anoche que apareciste en pantalla del tele noticiero de fin de semana, con un nuevo seudónimo, no quiero decir un nuevo alias, digamos un seudónimo, esta vez no el seudónimo artístico con el que te conocimos hace casi 40 años: Reflector.  Con un nombre de guerrero: Leopoldo Durán.

Las noticias hablaron del nuevo proceso de diálogo entre el gobierno y los grupos armados que, luego del proceso de paz del 2016, renacieron a la guerra. Y una toma rápida de la cámara en paneo me permitió descubrirte en la mesa, entre los voceros del grupo armado. Luego te vi con el micrófono, en el que te había precedido el delegado mediador del gobierno, planteando algo así como que la paz es con todos y que tu grupo estaba dispuesto a apostarle a un nuevo diálogo de paz.

Pero, días después de esta nota periodística, nueva novedad en desarrollo: se rompió el cese al fuego pactado como periodo de distensión entre tu grupo y el gobierno para generar el escenario de diálogo. De nuevo la declaración de guerra.

Estimado “Reflector”, deseo llamarte así, dejar de lado el “Leopoldo Durán” como te llaman ahora; muchas veces he recordado aquellos tiempos en que compartimos escenarios con nuestras presentaciones artísticas, en nuestros diálogos sobre la realidad del país, los contextos de aquel entonces, los anhelos comunes de paz, justicia social, equidad, menos violencia e impunidad. Allí, entonces, descubrí tu vocación social, la que tal vez te llevó a sumarte a la rebeldía armada, abandonando la comodidad del promisorio futuro que te auguraba el arte donde, con tu bacanería a flor de piel te hubieras destacado. He querido entender, entonces, que tu vocación política por el pueblo trascendía tus intereses individuales.

Estimado amigo de adolescencia y juventud, en aquel entonces, hace ya casi 40 años, llevábamos más de 200 años de hegemonía criminal de una derecha capitalista que se amarraba al poder a partir de la guerra contra los más vulnerables, la guerra nunca se dio realmente entre ejércitos, los muertos que puso esta confrontación armada fue población civil, campesinos, indígenas, afro descendientes, líderes y lideresas sociales, defensores de derechos humanos, activistas de paz, mujeres, jóvenes, militantes de izquierda que hacían oposición política y desarmada a esa hegemonía y criminalidad de  derecha.

Hoy, bien lo sabes, en algo ha cambiado este país. Claro, seguimos en guerra, continúan los crímenes y masacres, y la derecha continua ejerciendo poder desde sus poderes económicos, desde sus medios masivos de comunicación y propaganda política, desde el aparato de justicia que supieron infiltrar con jueces y fiscales corruptos y criminales y desde una cantidad de población masoquista y analfabeta que padeciendo hambre se enseñó, a través de tantos años, a defender el amo capitalista como los perros que defienden a quien le da sus sobras de comida y lo somete a dormir en la puerta de la casa a pesar del inclemente frío de la noche y las lluvias.

Pero hemos ganado espacios, espacios que nos han costado y nos siguen costando miles de muertos porque esa derecha criminal se resiste a perder el poder político. Después de más de 200 años de vida republicana, donde solo había llegado a la presidencia la derecha criminal y elitista, turnándose el poder entre unas pocas familias de apellido “ilustre”; hemos llegado los “nadies” al poder, con un presidente de izquierda, proveniente de un proceso de paz en el pasado, y una vice presidenta nacida de las entrañas de uno de los pueblos más ninguneados y humillados del mundo y las sociedades: una descendiente del pueblo negro esclavizado en el siglo XIX y discriminado a través de toda nuestra historia. Con ellos quebramos la historia de las hegemonías de la derecha criminal. No quiere decir que gobernamos con plenitud, pues solo tenemos el poder presidencial a medias, con unos poderes legislativo, de justicia, económicos y de comunicación en contra, pero le abrimos un portillo al muro infame de las tiranías políticas de más de dos siglos.


Desde ese poder presidencial se le está apostando a hacer los cambios y transformaciones que el país necesita, los cambios que en el pasado tanto soñábamos y de los cuales tanto hablamos. El desafío hoy es preservar esos cambios, y para ello se necesita del apoyo y la fuerza popular: sin el respaldo del pueblo, nuestro presidente y nuestra vice presidenta democráticos, estarán solos a merced de los obstáculos de tanto enemigo de derecha criminal y conservadora en contra. Necesitamos la fuerza en las calles, apoyando cada reforma propuesta por este gobierno progresista, en la poca democracia conquistada después de millones de muertos, cientos de desaparecidos, miles de masacres, miles de mujeres ultrajadas y jóvenes torturados y mutilados, después de tanta vida sacrificada.

Estimado “Reflector”, la lucha sin armas es nuestro mayor reto en este presente. El avance en nuestra participación política (desde los sectores alternativos, los que no tenemos apellidos “ilustres”, los “nadie”), en la vida nacional es parcial y débil, pero es una gran conquista, y necesitamos fortalecerla, desde la lucha igualmente política, en las calles, en los escenarios del debate y la elección democrática; lejos del ruido de las armas; estamos en condiciones de esperanza por un país mejor, menos complejas que hace 40 años cuando éramos jóvenes y nos sobraba la adrenalina suficiente para tomar decisiones tan radicales como la de irnos a las armas, en tu caso y el de muchos amigos que te siguieron o antecedieron. 

Te necesitamos aquí, amigo “Reflector”, haciendo política con la acción participativa ciudadana y con la palabra; desde al arte, desde la argumentación pacífica y democrática, seguir en armas en hacerle el juego a las derechas criminales que con sus grupos narcoparamilitares siguen legitimando crímenes con el argumento de la lucha contra las guerrillas, pero que en realidad lo que persiguen es mantener su negocio narcotraficante, despojando tierras al campesinado y asesinando líderes y lideresas, buscando, precisamente, romper el tejido social que sienta las bases del poder de los “nadie”, disminuirnos en cantidad  o someternos a partir del odio y el miedo para seguir dominando, reconquistar la presidencia y recuperar el poder criminal y corrupto que han ido perdiendo.

Mañana, estimado amigo, como el barón de Münchhausen, podrás fantasearnos con historias y anécdotas de esta guerra que has vivido en estos años de subversión armada, por ahora queda la invitación planteada para que vengas y nos ayudes a construir la historia de la Paz. Que no te acobarde la paz, aquí te esperamos.

P.D. Estimado Reflector, me despido con estos versos, fragmento de un poema de mi próximo libro “Poemas duros como un pan olvidado en la alacena”:

 

Cuando un día, quizá mañana, se acabe esta guerra,

volverá en el aire la fragancia de nuestras alegrías de infancia pérdida,

y la zozobra será sólo un pasajero distante en el tren del olvido.

 

Cuando un día, quizá mañana, se acabe esta guerra,

Cuando haya una tregua, cuando cese el fuego, volverás a casa a retomar tus escritos perdidos en ese viejo cuaderno donde escribías canciones a las novias añoradas.

Y el rugido del jaguar en la selva, será sólo el anuncio del combate de los amantes que al filo de la madrugada se abandonan a la urgencia de sus pasiones.

Cuando un día, quizá mañana, se acabe tu guerra.

 

Leer el poema completo en:

https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2024/04/cuando-un-dia-quiza-manana-se-acabe.html


(1) El poema titulado Escucha, fue publicado en: Boletín poético Tiempo de Ecos/apartadó, 1992

domingo, 14 de abril de 2024

“Hay futuro si hay justicia”/Historia de Aurora y la justicia

Crassus errare, el constructor de paz que no actúa en justicia

 

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos


 “Hay futuro si hay justicia”/Historia de Aurora y la justicia

 

Haciendo eco al título de una importante exposición que nace de los legados de la Comisión de la Verdad; actualmente en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, debo empezar diciendo: “hay futuro si hay verdad”. Pero, es trascendental entender que esa verdad cuenta como principio fundamental para la construcción de justicia. Si la verdad se desliga de los procesos de justicia, difícilmente habrá algún tipo de armonía (entiéndase Paz), en nuestras sociedades.

Por ende, en la construcción de paz, no solo los jueces deben actuar en el horizonte de la justicia. Ésta se administra también en cada acto y/o decisión de quienes asumen el compromiso de trabajar en procesos de construcción de paz. Tomar decisiones, en el marco de la construcción de paz, implica que -como un buen periodista-, quien se dice constructor de paz conozca todos los lados de la moneda, que no se quede solo con una versión de las cosas. Como al periodista, si a un líder que trabaja con la paz, en el interior de su casa alguien le dice que está lloviendo, éste debe abrir la ventana y verificar que en realidad llueve. Si nos quedamos con una sola versión de las cosas, corremos el riesgo de creer que llueve cuando en realidad no está lloviendo. Grave error, tanto para el periodista como para quien se dice constructor de paz, desde el conocimiento parcial de un contexto puede cometer una injusticia.

Para hablar de lo que es la justicia, voy a recordar una pequeña historia que en mi vida como artista de la palabra he narrado algunas veces, y que proviene de dos fuentes: La primera una versión de un narrador denominado Arlequín, a quien escuché en un bus de transporte urbano en Bogotá hace muchos años; la segunda, de un libro que presenta una versión de la misma anécdota como una historia de tradición oral ecuatoriana; la siguiente es una adaptación propia que ya he narrado, después de varias reescrituras, en diversas ocasiones.

Aurora era una mujer tan clara como el amanecer; pero también era una mujer muy pobre, sumamente pobre. Tenía tres hijos, pequeños ellos, tan flacos y tan desnutridos que solo era verlos para entender el grado de pobreza de la mujer. Y ella, qué decirles, puro hueso también, pues su amor de madre hacía que pasara días sin pasar bocado, cualquier sobrado de comida que lograba conseguir era para sus niños, así ella se retorciera de hambre.

Una mañana, por cierto, fría, fría como la realidad de Aurora, mientras pasaba por una esquina donde había una panadería, quiso el destino que el panadero recién exhibiera una canastada de panes recién salidos del horno sobre una vitrina a la entrada de su negocio. Y Aurora con esa hambre de tres días, se detuvo allí en la puerta de la panadería a degustar el olor de aquellos panes aún calientes y humeantes. Era como si una estela de fragante humo a pan se dirigiera directamente a su nariz para insuflarle el alimento que la pobreza le restringía. En la medida que olía el pan, Aurora sentía aliviar su hambre, y se estuvo allí, lela, como levitando un sueño, mientras se extinguía el rico aroma que parecía darle nuevos alientos para enfrentar su triste día.

Ya se apartaba Aurora de la panadería, con una sonrisa de esperanza ante el alivio momentáneo que parecía invadirla, cuando saltó delante de ella, cortándole el camino, el panadero que con tono airado le requirió: “Oiga, usted ¿acaso piensa irse sin pagarme el olor del pan?”

Aurora no sabía que se cobraba el olor del pan. Es más, en esa pobreza en que vivía tampoco tenía para pagarlo. “Si no me paga el olor del pan, tendré que demandarla, llevarla ante un juez y hacer que la metan en una cárcel”, amenazó el panadero.

Como Aurora no tenía una moneda para pagar el olor del pan, tuvo entonces que comparecer ante un juez, demandada por el panadero.

El juez, muy sabio él, escuchó la acusación del panadero y, luego, entre tartamudeos y sollozos, las palabras de Aurora en su propia defensa.

Una vez escuchó ambas partes, el Juez llamó a Aurora para que se acercara hasta él. Le indicó algo en voz muy baja, tan baja que el panadero no pudo escuchar nada por más que paró oreja. Paso seguido, el juez le entregó algunas monedas a la acusada. Esto último, la entrega de las monedas, entusiasmó enormemente al panadero. Aurora caminó hacía al panadero, se detuvo al llegar muy cerca a éste, levantó la mano en que llevaba las monedas, el panadero, sin poder disimular una sonrisa de satisfacción plena, se aprestó a recibir el pago.

Entonces, Aurora tapó las monedas en el cuenco de la palma de la mano en que las tenía, con su otra mano. Llevó ambas manos a uno de los oídos del panadero e hizo sonar con gran fuerza las monedas. Acto seguido se retiró de él y regresó ante el señor juez para devolverle sus monedas, mientras el panadero, energúmeno de la ira se daba por burlado. Anticipándose a cualquier reclamo del panadero el juez se permitió sentenciarle: “Panadero, caso cerrado, páguese el olor del pan con el sonido de las monedas”.

Tal vez, de manera literal, Aurora -el personaje- no haya logrado hacer la reflexión de lo qué es la justicia, tal cual lo propone la historia. “Tal vez” escribo, porque parto de mis subjetividades, de las cuales no habrá de partir nunca, ni el periodista (ya que he tomado este oficio que es el oficio de la verdad, para la presente analogía), y mucho menos el constructor de paz.  “Tal vez” no de manera literal -el personaje-, he dicho; porque la historia sí. Entre líneas, de manera implícita, la historia de Aurora sí nos permite entender que la justicia es -como ya se ha dicho muchas veces desde las épocas remotas del imperio romano-, dar a cada quien lo que le pertenece, lo que es suyo, de acuerdo a la ley: “La voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo que se merece” (Justiniano).

Repito: “La voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo que se merece”. Merecimiento de mérito, valga la redundancia. Fundamental esto en un escenario de construcción de paz, donde también cuentan los modos o las maneras. Esto me lleva a recordar otro capítulo que hace parte del proceso de las reflexiones de esta serie de escritos sobre la Pedagogía de la Reconciliación (https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/03/cultura-de-paz-principio-de-la-paz-que.html), y me lleva al siguiente capítulo donde hablaremos del merecer, del reconocimiento, pero dejo acá por el momento, para retomar luego este tema del “merecer” desde la teoría de Maslow, quien nos ha enseñado que la armonía plena del ser humano (léase la Paz del ser humano),  depende de la completitud de una escala de satisfacción de necesidades en varios niveles.

Por ahora: He dicho. 


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Otras lecturas:

Compa, dígale que estamos en proceso de Paz

(Primera versión... de los hechos)


Diles que no me maten

(Juan Rulfo)

 

Autor: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

Dicen que se lo llevaron monte arriba. Que lo sacaron de la carretera y después de quemar la moto en que iba lo golpearon sin compasión, luego se lo llevaron a rastras por entre la arboleda de la montaña. Dicen que le gritaban “Guerrillero hijueputa, aquí las vas apagar todas, este país no olvida”.

Casi asfixiado, pálido y aterrorizado llegó a la vereda de paz, el niño que trajo la noticia, corrió con toda la fuerza que podían darle sus entrados trece años de edad, para alertar a la comunidad. Yo estaba ahí, a la orilla de la quebrada, cuando escuché los pasos de los soldados, entonces me asusté y me escondí detrás de un matorral, ahí fue cuando vi que el camarada Fidel aparecía en su moto…