sábado, 14 de septiembre de 2024

Consenso "Unidad por la Paz de Apartadó", 30 años de la jugada maestra que buscó borrar a la Unión Patriótica de Urabá

 

1994 – 2024

CONSENSO "UNIDAD POR LA PAZ DE APARTADÓ"

30 años de la jugada maestra que buscó borrar a la Unión Patriótica de Urabá.

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos   

Gloria Cuartas Montoya y
Luis Carlos Pulgarín Ceballos,
en 1994, año del "Consenso"

Carta abierta a la ciudadanía.

Una carta abierta a la ciudadanía, con fecha del 22 de julio de 1994, anunciaba la disposición de diferentes fuerzas políticas de Apartadó para deponer sus aspiraciones con candidato propio a la alcaldía de Apartadó, municipio principal del denominado eje bananero en la región del Urabá antioqueño. “Estamos porque se dé un pacto político que posibilite la tolerancia y la convivencia en Apartadó y en la zona de Urabá (…) Estudiaremos detenidamente las hojas de vida de ilustres ciudadanos de Apartadó, para determinar un consenso a la Alcaldía de Apartadó”. Firmaron inicialmente este compromiso: Gustavo Arenas (entonces diputado de la UP en la Asamblea departamental de Antioquia); Mario Agudelo (Ex comandante y Reinsertado del antiguo EPL, aspirante a la alcaldía por el movimiento Esperanza Paz y Libertad); William Martínez (aspirante a la alcaldía por el partido Liberal); Raúl Cuestas Salas (del movimiento Negritudes Cimarrón); Héctor Emilson Mosquera (de las negritudes Mopin) y, quien firma como autor del presente escrito: Luis Carlos Pulgarín Ceballos (por el movimiento cívico Generación 21).

Quien sería ese candidato o candidata se elegiría solo hasta dos meses después, para el mes de septiembre, ad portas del cierre de inscripción de candidaturas, en una serie de reuniones, donde se sumarían otras voces políticas, sociales, económicas y religiosas de la región; algunas de ellas que obedecerían directrices de los directorios políticos departamentales y hasta el gremio bananero y un denominado grupo amigos de Urabá, que desde Medellín parecían ejercer gran influencia en una de las voces más relevantes en la mesa de diálogo que teníamos en Apartadó: El arzobispo de Urabá Isaías Duarte Cansino.

Antecedentes de la Carta Abierta   

Aunque el comunicado público lo firmamos solo 6 personas, es justo reconocer que, el mismo, fue resultado de una reunión amplia donde participaron otros delegados y delegadas de diversos sectores, sobre todo políticos. Nos vamos a extender un poco en esta introducción, pero hay que hacer justicia y reconocer el mérito de quienes aportaron voluntades en la construcción de esta experiencia de paz local que en su momento llamó bastante la atención nacional. El Acta de "la Primera reunión de concertación política y social en torno a la gobernabilidad de Apartadó, para la administración 1995-1997", realizada desde las 2 de la tarde en la sede del directorio liberal de Apartadó, registra la asistencia de William Martínez, Ángel Quiroga,  José Domingo Vázquez, Julio César Vázquez,  Arbey Molina, Richard Gómez y Santiago Santacruz Rambay, en representación del Partido Liberal; Jairo Suárez, Guillermo Correa y Ortelio Palacio en representación del Movimiento Esperanza, Paz y Libertad; Alberto Ruiz y Javier Acosta delegados del Partido Comunista Colombiano y la Unión Patriótica; Ferenc Legitime Julio, Personero del municipio; además de los firmantes del comunicado público como ya lo he expresado. En el desarrollo del presente documento me permitiré hacer un perfil de cada uno de los participantes ya mencionados.

Registro de una de las reuniones en búsqueda del Consenso.
Foto: Osvald Higuita Pérez.

Ahora bien, si queremos ser aún más justos, hay que volver la mirada atrás; es decir, revisar qué otro antecedente posible hubo en la región, qué nos pudo motivar -aquel 22 de julio de 1994-, a la creación de un escenario posible de consenso. Y aquí, entonces, habría que hablar de dos sucesos: el primero, una serie de reuniones preparatorias de una mesa de trabajo por la tolerancia y la convivencia de Urabá (tengo en mis memorias la evidencia de tres reuniones en las cuales participaron líderes políticos y sociales de Carepa, Chigorodó, Turbo y Apartadó, pero en páginas siguientes precisaré más detalles de este proceso, igualmente para hacer un reconocimiento a quienes sumaron voluntades en este propósito de paz).

El segundo antecedente al que hay que referirse es una serie de charlas sobre “gobernabilidad” que lideró el conservador y, para 1994, director de la Caja de Compensación Comfamiliar Camacol, Alfonso Núñez Lapeira; quién además sería el candidato a la gobernación de Antioquia de su partido, para el periodo 1995-1997. Igualmente dedicaremos unas cuántas páginas a este suceso en páginas siguientes.

El presente documento será sustentado también con una serie de actas de muchas de esas reuniones y debates realizados entre el 22 de julio y el 24 de septiembre, que durante años he guardado celosamente dentro de mis archivos personales, pensando siempre en que un día iba a enfrentar la escritura de estas memorias, y que luego de 30 años empiezan a desarrollarse con estas líneas.

Hace 20 años, escribí en mi muro de Facebook, lo siguiente:  

Un 31 de octubre, hace 20 años, asistíamos a las urnas con el objetivo de elegir a Gloria Cuartas Montoya como alcaldesa de Apartadó, Candidata única de un acuerdo de fuerzas políticas de Urabá en pro de la paz. Acuerdo al que muchos asistimos con gran ingenuidad política, no sabíamos que el gran acuerdo lo habían firmado las mafias económicas de la derecha en Medellín, que nosotros éramos idiotas útiles a unos intereses de gremios económicos y políticos que lograrían imponer su hegemonía en la región con la ayuda del paramilitarismo. Lo más frustrante para muchos, es que este proceso fue apadrinado por Monseñor Isaías Duarte Cansino, Obispo de Urabá, que -estoy seguro- sabía de las aguas sucias que se movían detrás de este proyecto al que muchos fuimos funcionales en esa época. Yo renuncié al proceso en el año de 1995, como lo pueden constatar en el reportaje de la revista Cromos. (Ver foto)

  


Una nota rápida que buscaba, a los 20 años del Consenso, no dejar desapercibida esta fecha y esta aclaración -desde mi perspectiva-, de cómo se había empezado a configurar la “pacificación” política de la región, a la par de la pacificación armada que impondría el paramilitarismo en contubernio con el ejército desde la XVII Brigada de Urabá, entonces comandada por el denominado “carnicero de Urabá”, Ex general Rito Alejo del Río, condenado por la justicia colombiana por violación de Derechos Humanos, y que tampoco escapa a las determinaciones criminales y políticas del denominado Matarife, Álvaro Uribe Vélez, entonces gobernador de Antioquia y quien despuntaría en su vida política con alianzas dudosas en territorios de dominio paramilitar como el departamento de Córdoba, el norte de Urabá y otros municipios del departamento de Antioquia donde tendrían acción grupos criminales como “los 12 apóstoles”, fundado entre otros por su hermano Santiago Uribe Vélez, hoy procesado por la justicia.


Quien escribe el presente testimonio:


Fui uno de los firmantes del pacto denominado Consenso Político de Apartadó. En medio de mi analfabetismo político para esa época había constituido un proyecto denominado Movimiento Cívico Generación 21, con el cual pretendía llegar al Concejo de Apartadó; desde esa aspiración política uno de mis ideales era el trabajo por el arte y por la paz (mi compromiso con la paz de este país nació desde 1990, cuando se realizó el proceso de paz con el antiguo Ejército Popular de Liberación EPL. Para esa época no dudé en sumarme a quienes animaron, con gran esperanza, estas negociaciones. Fui al campamento de Pueblo Nuevo en varias ocasiones a acompañar con jornadas culturales ese proceso de diálogos y una vez reinsertados los antiguos combatientes los acompañé con jornadas pedagógicas y culturales, e incluso los acompañé en unas primeras elecciones locales, hasta que la espiral de la violencia llevó a que muchos de los reinsertados retomaran las armas, ya no como guerrilla sino como grupo pro paramilitar. De esto hablaré en líneas posteriores).

El presente documento de memoria, se escribe pues desde uno de los protagonistas de esta experiencia de paz que, si bien no fue lo que, personalmente, esperaba, fue un capítulo importante para la historia de la región y que, si lo analizamos bien, terminó siendo una primera jugada en la estrategia de “pacificación” que viviría la región por aquellos años.

En sus páginas posteriores, este documento recogerá otras voces, que igualmente siendo protagonistas del proceso, pueden tener una visión o un concepto diferente, y que por haber jugado también un rol importante en la construcción de un acuerdo que logró, pese a todas las adversidades de la guerra, sentar en una mesa a enemigos políticos acérrimos o irreconciliables, para conciliar en un solo candidato o candidata a la Alcaldía de Apartadó, y lo más sorprendente aún: juntar los distintos candidatos al Consejo en una campaña unificada a pesar de seguir debatiendo sus posturas distantes en torno a los intereses de cada fracción política y al futuro del municipio.


Contextos generales.

Si en 1994, en el proceso electoral de índole regional, se desarrollan unas elecciones con la inscripción de varios candidatos, según las aspiraciones de las diferentes fuerzas políticas de la región, seguramente la victoria habría sido nuevamente para el candidato de la UP, reafirmando una vez más el poder electoral alcanzado por la izquierda, desde que en el país se instituyera la elección popular de alcaldes, 1988.

Sí, también es cierto que se habrían arriesgado muchas vidas, en unos procesos electorales que solían ser violentos y poner en la mira de los asesinos, en primera medida a los candidatos. Popularmente se decía que, a unas elecciones para alcaldía se inscribían cuatro candidatos y se terminaban enterrando cinco. Era parte de ese humor negro que afloraba en una región como la de Urabá, donde ya se había perdido la capacidad de asombro ante la muerte.

Pero en 1994 sucedió lo inesperado, una jugada política insólita que sorprendería la vida política de un país acostumbrado a tener solo noticias de guerra y muerte de los diferentes municipios de Urabá, región donde se incubaba el proyecto piloto de expansión paramilitar que había empezado a llegar a la zona desde 1989 con las masacres de las fincas de Punta de Coquitos, Honduras y la Negra, en Apartadó, y que luego se reafirmaría con la reinserción  de la antigua guerrilla del EPL (Ejército Popular de Liberación); grupo del cual un sector mayoritario de sus integrantes terminó, de manera paradójica, paramilitarizado y por ende, poniendo la alfombra roja para que el paramilitarismo de Carlos Castaño entrara al eje bananero, territorio hasta entonces en pleno dominio de las extintas guerrillas de las FARC-EP.

El presente documento busca hacer memoria de cómo se configuró este pacto político, desde la voz de uno de sus protagonistas, cómo fueron los momentos decisivos de este proceso desde la fecha  del 22 de julio de 1994, hasta el 23 de septiembre, del mismo año, en que apareció en el panorama el nombre de Gloria Cuartas Montoya, para muchos de nosotros un personaje desconocido hasta ese momento, un as bajo la manga que surgió en una reunión privada entre el arzobispo Isaías Duarte Cansino, los delegados de la UP, Esperanza Paz y Libertad y del partido Liberal, las tres fuerzas políticas decisivas en los momentos en que, a media noche del 23 de septiembre, luego del rechazo de decenas de hojas de vida, a tan solo unas horas de que se cerrarán inscripciones para candidatos, el consenso en torno a un solo nombre parecía derrumbarse.

Continúa en siguientes entregas…

domingo, 8 de septiembre de 2024

Es la guerra… (Y no es un cuento) - Segunda parte

Es la guerra…  (Y no es un cuento)

Lecciones histéricas de Colombia.


Leer primera parte: 

https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/07/es-la-guerra-y-no-es-un-cuento.html


Segunda parte

Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos

Antes de retomar la historia de Fulgencio Parra, permítanme el siguiente paréntesis para aclarar contextos:

Es claro que había la necesidad de que la américa latina, sometida al colonialismo español, se liberara; y no pretendo restarle importancia a ese primer proceso de expulsión del yugo invasor surgido en los diferentes territorios del nuevo continente; pero hay que aceptar que el cacareado grito de “independencia” de 1810, al menos en Colombia, fue un proyecto clasista, centralista y excluyente que solo buscaba privilegios políticos para una clase criolla ilustrada y pudiente con pretensiones de identidad europea dada la sangre que les corría por las venas (precisemos que en Colombia la clase criolla estaba compuesta -en su origen-, por hijo o hija de español con española nacido en territorio americano; luego: hijo o hija de padres o madres españoles con padres o madres criollas, luego hijo o hija de padres y madres criollas pero descendientes directos de españoles).  

Esa élite criolla, privada del ejercicio de la participación política en los altos cargos de gobierno (decisión de los reyes españoles); pero no privados del disfrute de los privilegios de las fortunas de sus padres; realmente no pensaban con sinceridad en el lema de “libertadigualdad y fraternidad” que imperó en la Revolución Francesa (uno de los antecedentes que impulsó la valentía rebelde del proyecto independista); al menos no para todos los habitantes de los territorios a independizar.  En su proyecto político no estaban las masas indígenas, las negritudes esclavizadas (incluso en muchas de sus casas feudales), tampoco estaban en su horizonte emancipador los mestizos, mulatos, zambos, pardos; masa poblacional pobre, compuesta por unas nuevas generaciones étnicas originadas en la promiscuidad criminal de los conquistadores, terratenientes y gobernantes españoles, que violaron mujeres indígenas y negras para luego negar (en la mayoría de los casos) la paternidad correspondiente.

Tanto era el nivel excluyente de esta primera “revolución” que incluso aquellos sectores criollos de menor o nulo poder económico estaba por fuera del proyecto político con el cual se pretendía reorganizar el territorio “independizado”; como lo demuestra el hecho de que el único líder criollo, de bajo poder económico, que además sí pensaba que la revolución debería ser construida con las masas pobres y miserables, terminó en la cárcel condenado por sus mismos “hermanos” criollos de revolución. Estamos hablando de José María Carbonell, el apodado “Chispero de la revolución”, historia que nos merecería capítulo aparte, para no irnos por un camino diferente a la historia de Fulgencio Parra que nos ocupa ahora y con la cual queremos tratar de entender por qué, en tiempos del siglo XXI, los pobres siguen siendo los que terminan peleando guerras ajenas; guerras de quienes las crean, pero nunca entran al campo de batalla.

Así pues, Fulgencio Parra fue uno de esos tantos excluidos, descendiente de mestizo con mulata, ambos pobres; que en su infancia muchas veces comió tierra a falta de pan digno, y que perdió, como ya dijimos a su padre, de tendencia política liberal, en otra guerra.

Retomemos: Me voy a matar azules, le dijo Fulgencio a su madre, dejándola en el embargo de la incertidumbre. Y se enlisto en el ejército de los rojos.

Al ejército de los rojos llegó Fulgencio. Quería un uniforme y un arma que lo autorizaran a matar azules, quería vengar la muerte de su padre.

Perdió la cuenta de las veces que disparó su fusil de dotación. Cada noche hacía la cuenta de los posibles azules que habría matado, sin tener certeza, pues los únicos muertos de los que tenía cuenta clara eran los rojos que caían a su lado cuando las balas enemigas los alcanzaban.

Muertos azules y muertos rojos encontraba día a día en el campo de batalla, muertos de lanza, muertos de machete y cuchillo, muertos de bala de fusil; muertos de abandono en descomposición. Y en los rostros sacrificados de los muertos azules, quiso adivinar cuál de ellos podría haber sido el posible asesino de su padre, quería terminar su guerra, pero debía estar seguro de que ya habría vengado la muerte del padre.

Tantos rostros, tantos gestos de terror ante la inminencia de la muerte, tantas cicatrices de miseria, tantas arrugas que manifestaban desolación. Esos rostros de los azules eran tan iguales a su rostro, al que fue el rostro de su padre, al rostro de los mismos rojos. Y empezó a tener pesadillas con esa multitud de rostros, los rostros de los muertos revisados con la ansiedad de encontrar al victimario de su padre, los rostros de fatiga y desesperanza de sus compañeros rojos. Los rostros de los mismos pobres de siempre, fueran rojos o azules, al final, rostros de la misma clase sacrificada como carne de cañón en la guerra.

De súbito, una noche despertó pensando que tenía que dar con el asesino de su padre, no podía seguir sin saber si el victimario de su padre caía también, y que ese objetivo perseguido no lo iba a lograr si seguía desde el ejército rojo; no, para saberlo a ciencia cierta tenía que infiltrarse en el ejército azul, preguntar, esculcar, descubrir con precisión. No iba a seguir siendo perseguido por tanto rostro sin la certeza de saberse vengado. Así pues, a la madrugada de un día cualquiera desertó del ejército rojo y se dio sus mañas para ser reclutado en el ejército azul, donde -haciendo de tripas corazón por tener que relacionarse con sus enemigos-, le dio continuidad a su proyecto de venganza.

Pero una cosa piensa el burro y otra piensa quien lo está enjalmando: Ya enfilado en el ejército enemigo, empezó a pensar que todos esos combatientes azules son tan iguales a él y a tantos rojos, que igual están allí en el campo de batalla por hambre, por instinto de venganzas iguales a la suya, y empieza a sentir que está en el lugar equivocado, ya ni le importa saber si quien mató a su padre en esa guerra pasada estaba vivo, o cayó muerto en otro combate, igual ya le parecía imposible dar col él, el enemigo son todos los azules le decían en el ejército anterior, el enemigo son todos los rojos le dicen en su nuevo ejército; no se busca matar a nadie en particular, cae el que tiene que caer, el que estaba destinado para morir ese día en el campo de batalla, llámese como se llame; la venganza individual entonces empieza a perder sentido para él, ya no quiere seguir más allí; esa guerra ya no es suya, tampoco de esa cantidad de combatientes azules y rojos, descalzos, descamisados, tan hambrientos como él;  tan reclutados a la fuerza muchos, por la necesidad de supervivencia otros, por venganzas equivocadas tantos…

Los días van y vienen, con la única novedad de que siguen cayendo, en el campo de batalla, rojos y azules; hasta que un día, los rojos le hacen una redada a los azules apresando a varios. Y entre los capturados está Fulgencio, a quien sus ex compañeros rojos reconocen como un traidor por pasarse al ejército enemigo. Entonces le hacen un consejo verbal de guerra, y de ipso facto es condenado a muerte.

Frente al pelotón de fusilamiento está Fulgencio Parra, será fusilado de manera inminente, por el ejército que un día defendió su padre, al primer ejercito al que llegó él en busca de una venganza sin sentido, en una guerra tan ajena para los pobres como él.

FIN.

Recomendados:

Vamos a teatro.
Obra: Ofelia se ahoga en sus penas (Tantos pares de botas tantos muertos)
20 de septiembre 2024 - 6:30 p.m.
Teatro Quimera.


Lecturas:

Novela: Las Putas Nunca Mueren en Domingo

Colección: Realismo Trágico

https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2022/08/