Pedagogía
de la Reconciliación
Que no te acobarde la Paz
Carta y poema para un amigo que persiste en la guerra
Por: Luis Carlos Pulgarín
Ceballos.
Tal vez entonces soñabas ser un Neruda, porque tenías estos versos amorosos para el papel y las tertulias pasadas por whisky en el bar del viejo Fidel o, en la casa de la Cultura donde te batías a duelo con otros trovadores de Apartadó. Y, también como el poeta chileno, militabas en el Partido Comunista. Tantas anécdotas, como aquella noche que nos cogió la policía por estar violando un toque de queda y con tu desparpajo terminaste logrando que el comandante de turno nos dejará pasar la noche en la oficina y no en una celda fría donde no cabía una persona más, que, de ñapa, nos mandara a traer una de whisky y en la madrugada del día siguiente nos mandara en una patrulla para nuestras casas. Vendría luego esa ola de terror en Urabá y tu terminarías prisionero, acusado, como tantos otros que con los años demostraron su inocencia, de ser coautor intelectual de una masacre. Saliste libre y pasaste un rato por Bogotá, te encontré por aquel sector de negocios de repuestos para camiones y vehículos pesados, donde habías logrado emplearte, y volvimos a soñar proyectos de arte, y nos vinculamos con aquellos profes universitarios de la Expedición Pedagógica Nacional, y nos íbamos con ellos y tu echabas trovas y yo cuentos y poemas. Pero un día de repente, desapareciste. Largos años preguntando por ti, sin que nadie diera razón alguna. Te di por muerto.
Apareciste
luego por breve lapso de tiempo. Volvías de la guerra en el proceso de paz del
2016. Te habías ido a las montañas a finales del siglo 20 con el Mono Jojoy, volvías
para hacer la paz. Después, te vi una o dos veces en esta fría y apocalíptica
Bogotá, sería el 2018. Volviste a desaparecer. Y de nuevo, nadie volvió a dar
razón de ti. Breve paso por la paz.
Hasta
anoche que apareciste en pantalla del tele noticiero de fin de semana, con un
nuevo seudónimo, no quiero decir un nuevo alias, digamos un seudónimo, esta vez
no el seudónimo artístico con el que te conocimos hace casi 40 años: Reflector.
Con un nombre de guerrero: Leopoldo
Durán.
Las
noticias hablaron del nuevo proceso de diálogo entre el gobierno y los grupos
armados que, luego del proceso de paz del 2016, renacieron a la guerra. Y una
toma rápida de la cámara en paneo me permitió descubrirte en la mesa, entre los
voceros del grupo armado. Luego te vi con el micrófono, en el que te había
precedido el delegado mediador del gobierno, planteando algo así como que la
paz es con todos y que tu grupo estaba dispuesto a apostarle a un nuevo diálogo
de paz.
Pero,
días después de esta nota periodística, nueva novedad en desarrollo: se rompió
el cese al fuego pactado como periodo de distensión entre tu grupo y el
gobierno para generar el escenario de diálogo. De nuevo la declaración de
guerra.
Estimado
“Reflector”, deseo llamarte así, dejar de lado el “Leopoldo Durán” como te
llaman ahora; muchas veces he recordado aquellos tiempos en que compartimos
escenarios con nuestras presentaciones artísticas, en nuestros diálogos sobre la
realidad del país, los contextos de aquel entonces, los anhelos comunes de paz,
justicia social, equidad, menos violencia e impunidad. Allí, entonces, descubrí
tu vocación social, la que tal vez te llevó a sumarte a la rebeldía armada,
abandonando la comodidad del promisorio futuro que te auguraba el arte donde,
con tu bacanería a flor de piel te hubieras destacado. He querido entender,
entonces, que tu vocación política por el pueblo trascendía tus intereses
individuales.
Estimado
amigo de adolescencia y juventud, en aquel entonces, hace ya casi 40 años,
llevábamos más de 200 años de hegemonía criminal de una derecha capitalista que
se amarraba al poder a partir de la guerra contra los más vulnerables, la
guerra nunca se dio realmente entre ejércitos, los muertos que puso esta
confrontación armada fue población civil, campesinos, indígenas, afro
descendientes, líderes y lideresas sociales, defensores de derechos humanos,
activistas de paz, mujeres, jóvenes, militantes de izquierda que hacían
oposición política y desarmada a esa hegemonía y criminalidad de derecha.
Hoy, bien
lo sabes, en algo ha cambiado este país. Claro, seguimos en guerra, continúan
los crímenes y masacres, y la derecha continua ejerciendo poder desde sus
poderes económicos, desde sus medios masivos de comunicación y propaganda
política, desde el aparato de justicia que supieron infiltrar con jueces y fiscales
corruptos y criminales y desde una cantidad de población masoquista y analfabeta
que padeciendo hambre se enseñó, a través de tantos años, a defender el amo
capitalista como los perros que defienden a quien le da sus sobras de comida y
lo somete a dormir en la puerta de la casa a pesar del inclemente frío de la
noche y las lluvias.
Pero hemos ganado espacios, espacios que nos han costado y nos siguen costando miles de muertos porque esa derecha criminal se resiste a perder el poder político. Después de más de 200 años de vida republicana, donde solo había llegado a la presidencia la derecha criminal y elitista, turnándose el poder entre unas pocas familias de apellido “ilustre”; hemos llegado los “nadies” al poder, con un presidente de izquierda, proveniente de un proceso de paz en el pasado, y una vice presidenta nacida de las entrañas de uno de los pueblos más ninguneados y humillados del mundo y las sociedades: una descendiente del pueblo negro esclavizado en el siglo XIX y discriminado a través de toda nuestra historia. Con ellos quebramos la historia de las hegemonías de la derecha criminal. No quiere decir que gobernamos con plenitud, pues solo tenemos el poder presidencial a medias, con unos poderes legislativo, de justicia, económicos y de comunicación en contra, pero le abrimos un portillo al muro infame de las tiranías políticas de más de dos siglos.
Desde ese poder presidencial se le está apostando a hacer los cambios y
transformaciones que el país necesita, los cambios que en el pasado tanto
soñábamos y de los cuales tanto hablamos. El desafío hoy es preservar esos
cambios, y para ello se necesita del apoyo y la fuerza popular: sin el respaldo
del pueblo, nuestro presidente y nuestra vice presidenta democráticos, estarán
solos a merced de los obstáculos de tanto enemigo de derecha criminal y
conservadora en contra. Necesitamos la fuerza en las calles, apoyando cada
reforma propuesta por este gobierno progresista, en la poca democracia conquistada
después de millones de muertos, cientos de desaparecidos, miles de masacres,
miles de mujeres ultrajadas y jóvenes torturados y mutilados, después de tanta
vida sacrificada.
Estimado
“Reflector”, la lucha sin armas es nuestro mayor reto en este presente. El
avance en nuestra participación política (desde los sectores alternativos, los
que no tenemos apellidos “ilustres”, los “nadie”), en la vida nacional es
parcial y débil, pero es una gran conquista, y necesitamos fortalecerla, desde
la lucha igualmente política, en las calles, en los escenarios del debate y la
elección democrática; lejos del ruido de las armas; estamos en condiciones de
esperanza por un país mejor, menos complejas que hace 40 años cuando éramos
jóvenes y nos sobraba la adrenalina suficiente para tomar decisiones tan
radicales como la de irnos a las armas, en tu caso y el de muchos amigos que te
siguieron o antecedieron.
Te
necesitamos aquí, amigo “Reflector”, haciendo política con la acción
participativa ciudadana y con la palabra; desde al arte, desde la argumentación
pacífica y democrática, seguir en armas en hacerle el juego a las derechas
criminales que con sus grupos narcoparamilitares siguen legitimando crímenes
con el argumento de la lucha contra las guerrillas, pero que en realidad lo que
persiguen es mantener su negocio narcotraficante, despojando tierras al
campesinado y asesinando líderes y lideresas, buscando, precisamente, romper el
tejido social que sienta las bases del poder de los “nadie”, disminuirnos en
cantidad o someternos a partir del odio
y el miedo para seguir dominando, reconquistar la presidencia y recuperar el
poder criminal y corrupto que han ido perdiendo.
Mañana,
estimado amigo, como el barón de Münchhausen, podrás fantasearnos con historias
y anécdotas de esta guerra que has vivido en estos años de subversión armada,
por ahora queda la invitación planteada para que vengas y nos ayudes a
construir la historia de la Paz. Que no te acobarde la paz, aquí te esperamos.
P.D.
Estimado Reflector, me despido con estos versos, fragmento de un poema de mi
próximo libro “Poemas duros como un pan olvidado en la alacena”:
Cuando un día, quizá mañana, se acabe esta
guerra,
volverá en el aire la fragancia de nuestras
alegrías de infancia pérdida,
y la zozobra será sólo un pasajero distante
en el tren del olvido.
Cuando un día, quizá mañana, se acabe esta
guerra,
Cuando haya una tregua, cuando cese el
fuego, volverás a casa a retomar tus escritos perdidos en ese viejo cuaderno
donde escribías canciones a las novias añoradas.
Y el rugido del jaguar en la selva, será
sólo el anuncio del combate de los amantes que al filo de la madrugada se
abandonan a la urgencia de sus pasiones.
Cuando un día, quizá mañana, se acabe tu
guerra.
Leer el poema completo en:
https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2024/04/cuando-un-dia-quiza-manana-se-acabe.html
(1) El poema titulado Escucha, fue publicado en: Boletín poético Tiempo de Ecos/apartadó, 1992